lunes, 27 de agosto de 2018

Izquierda y progresismo: la gran divergencia

Por Eduardo Gudynas

Uno de los mayores cambios políticos vividos en América Latina en los últimos veinte años fue el surgimiento y consolidación de los gobiernos de la nueva izquierda. Más allá de la diversidad de esas administraciones y de sus bases de apoyo, comparten atributos que justifican englobarlos bajo la denominación de “progresistas”. Son expresiones vitales, propias de América Latina, en cierta manera exitosas, pero ancladas en la idea de progreso. Su empuje, e incluso su éxito, está llevando a que esté en marcha una divergencia entre este progresismo con muchas de las ideas y sueños de la izquierda latinoamericana clásica.

Para analizar estas circunstancias es necesario tener muy presente la magnitud del cambio político que se inició en América Latina en 1999 con la primera presidencia de Hugo Chávez, y que se consolidó en los años siguientes en varios países vecinos. Quedaron atrás los años de las reformas de mercado, y regresó el Estado a desempeñar distintos roles. Se implantaron medidas de urgencia para atacar la pobreza extrema, y su éxito ha sido innegable en casi todos los países. Vastos sectores, desde movimientos indígenas a grupos populares urbanos, que sufrieron la exclusión por mucho tiempo, lograron alcanzar el protagonismo político.

Es también cierto que esta izquierda latinoamericana es muy variada, con diferencias notables entre Evo Morales en Bolivia y Lula da Silva en Brasil, o Rafael Correa en Ecuador y el Frente Amplio de Uruguay. Estas distintas expresiones han sido rotuladas como izquierdas socialdemócrata o revolucionaria, vegetariana o carnívora, nacional popular o socialista del siglo XXI, y así sucesivamente. Pero estos gobiernos, y sus bases de apoyo, no sólo comparten los atributos ejemplificados arriba, sino también la idea de progreso como elemento central para organizar el desarrollo, la economía y la apropiación de la Naturaleza.

El progresismo no sólo tiene identidad propia por esas posturas compartidas, sino también por sus crecientes diferencias con los caminos trazados por la izquierda clásica de América Latina de fines del siglo XX. Es como si presenciáramos regímenes políticos que nacieron en el seno del sendero de la izquierda latinoamericana, pero a medida que cobraron una identidad distinta están construyendo caminos que son cada vez más disímiles. Es posible señalar, a manera de ejemplo, algunos puntos destacados en los planos económico, político, social y cultural.

La izquierda latinoamericana de las décadas de 1960 y 1970 era una de las más profundas críticas del desarrollo convencional. Cuestionaba tanto sus ideas fundamentales, incluso con un talante anti-capitalista, y rechazaba expresiones concretas, en particular el papel de ser meros proveedores de materias primas, considerándolo como una situación de atraso. También discrepaba con instrumentos e indicadores convencionales, tales como el PBI, y se insistía que crecimiento y desarrollo no eran sinónimos.

El progresismo actual, en cambio, no discute las esencias conceptuales del desarrollo. Por el contrario, festeja el crecimiento económico y defiende las exportaciones de materias primas como si fueran avances en el desarrollo. Es cierto que en algunos casos hay una retórica de denuncia al capitalismo, pero en la realidad prevalecen economías insertadas en éste, en muchos casos colocándose la llamada “seriedad macroeconómica” o la caída del “riesgo país” como logros. La izquierda clásica entendía las imposiciones del imperialismo, pero el progresismo actual no usa esas herramientas de análisis frente a las desigualdades geopolíticas actuales, tales como el papel de China en nuestras economías. La discusión progresista apunta a cómo instrumentalizar el desarrollo y en especial el papel del Estado, pero no acepta revisar las ideas que sostienen el mito del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de aquella izquierda clásica una actitud refractaria a las cuestiones ambientales, interpretándolas como trabas al crecimiento económico.

La izquierda latinoamericana de las décadas de 1970 y 1980 incorporó la defensa de los derechos humanos, y muy especialmente en la lucha contra las dictaduras en los países del Cono Sur. Aquel programa político maduró, entendiendo que cualquier ideal de igualdad debía ir de la mano con asegurar los derechos de las personas. Ese aliento se extendió, y explica el aporte decisivo de las izquierdas en ampliar y profundizar el marco de los derechos en varios países. En cambio, el progresismo no expresa la misma actitud, ya que cuando se denuncian derechos violados en sus países, reaccionan defensivamente. Es así que cuestionan a los actores sociales reclamantes, a las instancias jurídicas que los aplican, incluyendo en algunos casos al sistema interamericano de derechos humanos, e incluso a la propia idea de algunos derechos.

Aquella misma izquierda también hizo suya la idea de la democracia, otorgándole prioridad a lo que llamaba su profundización o radicalización. Su objetivo era ir más allá de la simples elecciones nacionales, buscando consultas ciudadanas directas más sencillas y a varios niveles, con mecanismos de participación constantes. Surgieron innovaciones como los presupuestos participativos o los plebiscitos nacionales. El progresismo, en cambio, en varios sitios se está alejando de aquel espíritu para enfocarse en mecanismos electorales clásicos.Entiende que con las elecciones presidenciales basta para asegurar la democracia, festeja el hiperpresidencialismo continuado en lugar de horizontalizar el poder, y sostiene que los ganadores gozan del privilegio de llevar adelante los planes que deseen, sin contrapesos ciudadanos. A su vez, recortan la participación exigiendo a quienes tengan distintos intereses que se organicen en partidos políticos y esperen a la próxima elección para sopesar su poder electoral.

La izquierda clásica de fines del siglo XX era una de las más duras luchadoras contra la corrupción. Ese era una de los flancos más débiles de los gobiernos neoliberales, y la izquierda lo aprovechaba una y otra vez (“nos podremos equivocar, pero no robamos”, era uno de los slogans de aquellos tiempos). En cambio, el progresismo actual no logra repetir ese mismo ímpetu, y hay varios ejemplos donde no ha manejado adecuadamente los casos de corrupción de políticos claves dentro de sus gobiernos. Asoma una actitud que muestra una cierta resignación y tolerancia.

Otra divergencia que asoma se debe a que la izquierda latinoamericana luchó denodadamente por asegurar el protagonismo político de grupos subordinados y marginados. El progresismo inicial se ubicó en esa misma línea, y conquistó los gobiernos gracias a indígenas, campesinos, movimientos populares urbanos y muchos otros actores. Dieron no sólo votos, sino dirigentes y profesionales que permitieron renovaron las oficinas estatales.Pero en los últimos años, el progresismo parece alejarse de muchos de estos movimientos populares, ha dejado de comprender sus demandas, y prevalecen posturas defensivas en unos casos, a intentos de división u hostigamiento en otros. El progresismo gasta mucha más energía en calificar, desde el palacio de gobierno, quién es revolucionario y quién no lo es, y se ha distanciado de organizaciones indígenas, ambientalistas, feministas, de los derechos humanos, etc. Se alimenta así la desazón entre muchos en los movimientos sociales, quienes bajo los pasados gobiernos conservadores eran denunciados como izquierda radical, y ahora, bajo el progresismo, son criticados como funcionales al neoliberalismo.

La izquierda clásica concebía a la justicia social bajo un amplio abanico temático, desde la educación a la alimentación, desde la vivienda a los derechos laborales, y así sucesivamente. El progresismo en cambio, se está apartando de esa postura ya que enfatiza a la justicia como una cuestión de redistribución económica, y en especial por medio de la compensación monetaria a los sectores más pobres y el acceso del consumo masivo al resto. Esto no implica desacreditar el papel de ayudas en dinero mensuales para sacar de la pobreza extrema a millones de familias. Pero la justicia es más que eso, y no puede quedar encogida a un economicismo de la compensación.

Finalmente, en un plano que podríamos calificar como cultural, el progresismo elabora diferentes discursos de justificación política pero que cada vez tienen mayores distancias con las prácticas de gobierno. Se proclama al Buen Vivir pero se lo desmonta en la cotidianidad, se llama a industrializar el país pero se liberaliza el extractivismo primario exportador, se critica el consumismo pero se festejan los nuevos centros comerciales, se invocan a los movimientos sociales pero se clausuran ONGs, se felicita a los indígenas pero se invaden sus tierras, y así sucesivamente.

Estos y otros casos muestran que el progresismo actual se está separando más y más de la izquierda clásica.El nuevo rumbo ha sido exitoso en varios sentidos gracias a los altos precios de las materias primas y el consumo interno. Pero allí donde esos estilos de desarrollo generan contradicciones o impactos negativos, estos gobiernos no aceptan cambiar sus posturas y, en cambio, reafirman el mito del progreso perpetuo. A su vez, contribuyen a mercantilizar la política y la sociedad con su obsesión en la compensación económica y su escasa radicalidad democrática.

El progresismo como una expresión política distintiva se hace todavía más evidente en tiempo de elecciones. En esas circunstancias parecería que varios gobiernos abandonan los intentos de explorar alternativas más allá del progreso, y prevalece la obsesión con ganar la próxima elección. Eso los lleva a aceptar alianzas con sectores conservadores, a criticar todavía más a los movimientos sociales independientes, y a asegurar el papel del capital en la producción y el comercio.

El progresismo es, a su manera, una nueva expresión de la izquierda, con rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y que ha sido posible bajo un contexto económico global muy particular. No puede ser calificado como una postura conservadora, menos como un neoliberalismo escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo sendero que la izquierda construía hacia finales del siglo XX. En realidad se está apartando más y más a medida que la propia identidad se solidifica.

Esta gran divergencia está ocurriendo frente a nosotros. En algunos casos es posible que el progresismo rectifique su rumbo, retomando algunos de los valores de la izquierda clásica para buscar otras síntesis alternativas que incorporen de mejor manera temas como el Buen Vivir o la justicia en sentido amplio, lo que en todos los casos pasa por desligarse del mito del progreso. Es dejar de ser progresismo para volver a construir izquierda. En otros casos, tal vez decida reafirmarse como tal, profundizando todavía más sus convicciones en el progreso, cayendo en regímenes hiperpersidenciales, extractivistas, y cada vez más alejados de los movimientos sociales. Este es un camino que lo aleja definitivamente de la izquierda.

Eduardo Gudynas es parte del CLAES (Centro Latinoamericano de Ecologia Social), 23/12/2013.  Fuente: https://www.alainet.org/es/active/70074

domingo, 2 de julio de 2017

La Permacultura, El arte de la cultura permanente

La permacultura, El arte de la cultura permanente


La permacultura es un concepto que nace en Australia a finales de la década de los 70. Esta idea busca agrupar una serie de creencias, principios, y actitudes encaminadas a construir un sistema de desarrollo sostenible, responsable con el medio ambiente y a su vez responsable con la satisfacción de las incesantes necesidades humanas.

La permacultura nace, por un lado, de los problemas ambientales generados por las prácticas agrarias tradicionales (que, en su afán de satisfacer las necesidades y ante un crecimiento demográfico mundial acelerado han generado grandes impactos en los ecosistemas), y por otro lado busca luchar contra ese radicalismo con el que ciertos grupos ecologistas han buscado mantener el medioambiente y han rechazado todo tipo de iniciativas que busquen la seguridad alimentaria, cuando estas iniciativas toman una supuesta mayor importancia al ser humano por sobre la naturaleza, desconociendo que nosotros somos parte de la misma. En ese sentido las prácticas que comprende la permacultura buscan satisfacer necesidades sin menoscabar el medioambiente, cosa que parece complicada pero que es posible.

Quienes defienden los principios que engloba la permacultura están conscientes de que muchas veces la agricultura no se ha practicado de forma sostenible, no se han cuidado los ecosistemas, los problemas de erosión y de desgaste del suelo han aumentado, se ha venido usando plaguicidas y fertilizantes de forma irresponsable, en fin, son tantas las practicas humanas que destruyen el ecosistema y generan ciertos problemas a corto plazo y fatales consecuencias a largo plazo. La deforestación y la tala indiscriminada de árboles son otros ejemplos de prácticas que perjudican la conservación de la biosfera e impiden el desarrollo de la permacultura como alternativa viable a esta problemática. Además, tenemos que, con los avances de la biotecnología y el desarrollo de alimentos transgénicos en pos de buscar eficiencia en la producción de alimentos se cae en iguales o peores efectos medioambientales que con la agricultura tradicional.

La permacultura se basa en 3 principios de los cuales se desprenden otros, se los agrupa en el diagrama de una flor. En el Centro tenemos los principios que son: 1. Cuidar a la tierra. 2. Cuidar a las personas y 3. Repartir justamente los excedentes.  En lo que a cuidar a las personas se refiere tenemos dos pétalos, en el uno está la salud y el bienestar y en el otro la educación y la cultura. En lo que a cuidar la tierra se refiere tenemos tres pétalos, el uno se refiere a construcción, el otro al uso adecuado de las herramientas y la tecnología, y el ultimo, al uso adecuado de los recursos naturales y el cuidado del medioambiente. En lo que a repartición justa se refiere tenemos los pétalos de la propiedad de la tierra y el gobierno comunitario, y el pétalo de una nueva concepción de la economía.

    En este gráfico podemos ver lo antedicho claramente. Cada uno de estos pétalos es importante para desarrollar el concepto de la permacultura y poder aplicarlo. Desde diversas ramas del cono- cimiento y con la ayuda de pro- fesionales de todas las áreas se puede lograr el desarrollo de un modelo sostenible, eficiente y justo. Si recorremos uno a uno los pétalos podemos demostrar esto y ver qué acciones podemos hacer nosotros desde nuestros espacios, desde nuestras condiciones, como estudiantes, como profesio- nales, como habitantes de grandes ciudades o como pobladores de zonas rurales.

Si nos detenemos en el pétalo de la salud y el bienestar vemos que son muchas las medidas que se pueden llevar a cabo, por una parte, desde nuestros hogares y comunidades preocuparnos por nuestros familiares, por nuestros vecinos y promover estilos de vida saludables. También, desde los espacios de decisión política y organizados como sociedad civil, promover sistemas de salud en que la medicina preventiva tenga un mayor protagonismo, buscar que el acceso a la salud este diversificado por todo el territorio y promover políticas públicas encaminadas a mejorar los sistemas de atención médica infantil y a poner el desarrollo infantil íntegro como prioridad. Todas estas medidas ahorrarían ingentes cantidades de dinero que podrían emplearse en mejorar los sistemas educativos. La educación y cultura corresponde el segundo pétalo y en esta cuestión es mucho que falta por hacer en los países latinoamericanos. Después de la salud, la educación es el elemento más fundamental para el desarrollo de los países. Después de tener ciudadanos sanos es necesario tener ciudadanos capacitados, productivos, y no solo productivos, económicamente hablando, sino de muchas formas, el arte, la cultura, la ciencia, la tecnología y todo lo que ayude al país a crecer de una u otra manera.

Luego viene el pétalo de las herramientas y la tecnología. En esta cuestión la Permacultura lo que busca es que tanto las herramientas y la tecnología se usen en pos de mejorar la calidad de vida de las personas y siempre en armonía con los principios básicos. Este pétalo se relaciona directamente con el de la construcción y el del uso adecuado de los recursos naturales. Pues en la construcción se lo puede aplicar con el uso de materiales no contaminantes y mediante la construcción de estructuras antisísmicas y a prueba de desastres naturales. Y en el de los recursos naturales se aplica ya que la tecnología y con el uso de paneles solares, molinos de viento, y de más elementos, pueden ayudarnos a usar en mayor medida formas alternativas de energía, solucionando los problemas de desabastecimiento que se generan cuando los recursos energéticos no renovables no son capaces de satisfacer la tasa de consumo.

Luego podríamos detenernos en el pétalo de la propiedad de la tierra y el gobierno comunitario. En lo que se refiere a la tenencia de la tierra se puede promover verdaderas reformas agrarias en la que los grandes latifundistas remplacen a pequeños productores y agricultores que quieran trabajan la tierra. El adecuado aprovechamiento del espacio y cargas impositivas a las tierras improductivas también son medidas que deberían analizarse. El gobierno comunitario también es necesario para que todos quienes vivan en las comunidades y quienes se vean afectados en determinadas medidas decidan que hacer, y busquen un punto en el que todos salgan beneficiados. En las ciudades y desde los espacios de decisión política promover un sistema de democracia directa y de participación activa desde los ciudadanos y para ellos. Dentro de este pétalo y como iniciativas comunitarias se podrían tomar en cuenta la formación de eco-aldeas autosustentables, que usen métodos orgánicos de producción y donde se practiquen los principios de la permacultura.
Finalmente tenemos como último pétalo, la economía. Pero no concebida desde la perspectiva de la teoría económica ortodoxa. Muchas veces los economistas nos hablan de crecimiento económico, de aumentar la producción, de aumentar la inversión extranjera, de subir el PIB. Y dejan de lado cuestiones como la calidad de vida, el desarrollo humano, la equidad, la justicia. Para entender a lo que se refiere otra concepción de la economía me permito exponer los cinco principios que según Manfred Max Neef corresponden a la nueva forma de ver la economía: 
  1. La economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.
  2. Desarrollo tiene que ver con personas y no con objetos.
  3. Crecimiento y desarrollo son dos cosas distintas y el desarrollo no precisa necesariamente crecimiento.
  4. Ningún proceso económico puede ocurrir al margen de los servicios que prestan los ecosistemas.
  5. La economía es un subsistema de un sistema mayor finito y cerrado, que es la biosfera
Este economista después de postular los 5 principios dice “En consecuencia, el crecimiento permanente es una imposibilidad. Y el principio valórico fundamental, el que sustenta la economía que a mí me gustaría, es que bajo ninguna circunstancia y bajo ninguna consideración, un interés económico o proceso económico puede estar por encima de la reverencia por la vida."
 
La permacultura, así como otras iniciativas que ayudan a buscar estilos de vida sostenibles y modelos de desarrollo con responsabilidad social están tomando fuerza en todo el mundo. Hoy con la crisis económica que vivimos, y con los conflictos armados y políticos que se están generando en este y el otro lado del mundo, cambiar de perspectivas y promover otras formas de relacionarnos resultan muy necesarias y fundamentales para no destruir nuestra casa, nuestro planeta, sino que es muy importante cuidarlo, y cuidarnos unos a otros, como hermanos, como amigos, como habitantes eternos de la tierra...

sábado, 24 de junio de 2017

Aquiles y la tortuga



Aporía de Aquiles y la Tortuga 
La paradoja de Aquiles corriendo tras la tortuga es una de las más clásicas y famosas paradojas de Zenón.

Este griego filósofo pretendía demostrar que todo lo que percibimos en el mundo es ilusorio, y que cosas como el movimiento eran simplemente ilusiones y no realidades. Lo cual no deja de ser un punto de vista original, incluso para un griego filósofo. Para demostrarlo ideó una serie de paradojas que “mostraban” que el movimiento no existía, que todas las distancias son infinitas, que no existe el tiempo…

La paradoja de Aquiles y la tortuga consiste en una imaginaria carrera. Uno de los contrincantes (Aquiles) era el más hábil de los guerreros aqueos, y vencedor de mil batallas. Era un superhombre casi invencible, y apodado “el de los pies ligeros”. El otro contrincante (la tortuga) es un ser por todos conocido, de proverbial lentitud y bien cachazudo. Dado que Aquiles es mucho más rápido que la tortuga (supuestamente) antes de empezar decide darle un estadio de ventaja, y tras dárselo, se da el pistoletazo de salida (o se suena un cuerno, ya que en esos tiempos no existían las pistolas, afortunadamente para muchos).

Rápidamente Aquiles atraviesa ese estadio de ventaja hasta llegar al punto en el que estaba la tortuga. Ésta, de un insospechado espíritu competitivo, se había desplazado unos cuantos pasos hacia adelante. Así que Aquiles, atónito (no era muy listo) pero confiado en su enorme poderío físico, decide cruzar ese puñado de pasos, hasta llegar de nuevo a donde estaba la tortuga. De nuevo ella ¡se ha vuelto a mover! Se ve que el quelónido no tiene buen perder y Aquiles de nuevo, con renovados bríos, recorre velozmente esos centímetros que le separan del punto donde estaba la tortuga, la cual de nuevo… ¿se lo imaginan? ¡Efectivamente! La encontramos un poquito más adelante…

Y argumentaba Zenón con mucha razón que así podíamos seguir hasta el infinito, y que Aquiles jamás alcanzará a la tortuga. Y por tanto cuando vemos a un Aquiles alcanzando a una tortuga (¿quién no ve todos los días uno o dos?) es simplemente una ilusión. ¿En dónde se equivoca Zenón? En realidad, no podemos decir que se equivoque (¿vivimos en Matrix? no se sabe), pero lo que está claro es que su argumento no demuestra nada: una suma de infinitos términos puede dar un resultado finito. Pero esto no se puso sobre el papel hasta que Leibniz, que era un tipo realmente listo, inventó el cálculo infinitesimal.

Así que si Aquiles recorre 1 estadio en un minuto y la tortuga 1/10 de estadio en el mismo tiempo, Aquiles recorrerá 1+ (¡caramba, se ha movido!) 1/10 + (¡otra vez!¡le ha dado tiempo a moverse!) 1/100+ (¡again! bueno, en griego) 1/1000 …etc: 1+1/10+1/100+1/1000+...= ¿cuánto? Desde luego esta suma no da una distancia infinita que requiere infinito tiempo recorrer, sino una distancia concreta: 1,111111111… estadios. Y eso Aquiles se lo hace con la gorra en un minuto y pico (1,111…), la tortuga no tiene nada que hacer. Pero se admiten apuestas, claro…

extraído de https://www.xatakaciencia.com
 


lunes, 19 de junio de 2017

La Búsqueda de la Verdad


La búsqueda de la verdad

“Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa.”
André Maurois, (1885-1967)
Escritor Francés


La verdad es uno de esos conceptos que, como la justicia, o la libertad son difíciles de definir y que por lo tanto lo mejor que podemos hacer para lograr un acercamiento a estos conceptos y poder comprenderlos es discutir una serie de cuestiones que se atañen a la cuestión principal.

En ese sentido dos cuestiones que van ligadas a la verdad son el conocimiento y la realidad. El conocimiento que representa esa capacidad de comprender la realidad y explicarla, y la realidad misma, que se refiere a la idea de lo es y lo que existe.

A lo largo de la historia se han usado varias formas de explicar los fenómenos de la realidad. La mitología, por ejemplo, nació de las antiguas civilizaciones para satisfacer la necesidad de explicar los fenómenos naturales; la religión, entre tantas cosas ha explicado a su manera la creación del universo y del ser humano; y la ciencia, que cobró mayor relevancia como buscadora de verdad desde el renacimiento, cuando el teocentrismo se quedó a un lado, ha venido explicando todo tipo de fenómenos físicos, químicos y humanos.

Estas tres formas de búsqueda de la verdad marcaron en su tiempo la idea de búsqueda de la verdad y la forma de buscar conocimiento. La mitología ha quedado relegada como forma de buscar conocimiento y ahora se la presenta como parte del bagaje cultural de los pueblos. La religión, aunque muchos aceptan y viven creyendo en sus preceptos como en la teoría creacionista y las ideas de cielo e infierno, se ha vuelto una cuestión de fé y sus postulados se aceptan como dogmas, más que como construcciones racionales y científicas; y es precisamente que por eso la ciencia se ha vuelto el principal método de búsqueda de la verdad.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que ha habido muchas discusiones respecto al tema de la verdad, se ha discutido su forma de buscarla, de describirla como subjetiva, objetiva, relativa, absoluta; en fin, de definirla. Este problema se ha dado básicamente porqué aun aceptando que existan verdades absolutas hay muchas otras, que dependen del contexto, del lenguaje, de la sociedad, la cultura y la lógica.

La verdad depende de la perspectiva en el sentido de que no todos vamos a apreciar un determinado fenómeno de la misma manera, ya que esa percepción depende del lugar que nos encontremos al observar el fenómeno y de la forma en que éste esté visible para nosotros. Un ejemplo clásico para mostrar esto es imaginarnos una esfera mitad blanca, mitad negra. Ahora bien, supongamos que solo podemos verla desde una perspectiva, entonces de hecho no percibimos una esfera, sino un circulo, algunos van a decir que es blanco, otros dirán que es negro, otros dirán que es mitad blanco, y mitad negro. El punto es que definitivamente la respuesta va a depender de la posición desde que se la vea. Esto es lo que pasa con la descripción de varios fenómenos, las descripciones que hagamos de los mismos van a depender de nuestra posición respecto al fenómeno y viceversa. La teoría de la relatividad de Einstein es un célebre ejemplo de esto, pues según esta los fenómenos que suceden en tiempo y espacio, dependen del estado del observador, es decir estas cuestiones físicas no son inmutables, como lo decía Newton.

Esta relación entre perspectiva (contexto o marco de referencia) y realidad se da porque hay una interdependencia entre el fenómeno observado, sujeto observador y sus posiciones relativas. Ahora bien, si analizamos un mismo fenómeno desde varias perspectivas y con la ayuda de varias ramas del conocimiento es lógico que el cúmulo de conclusiones que saquemos desde las diversas ramas nos ayudaran a tener un entendimiento más profundo de ese fenómeno.

La verdad también depende del lenguaje, pues este no sólo es una herramienta de comunicación si no que a través del lenguaje transmitimos conocimiento. Las construcciones racionales y los pensamientos se forman a través de un lenguaje. La realidad, es decir lo que es, es independiente del observador, pero el conocimiento proviene de un observador. En ese sentido podemos distinguir de verdades ontológicas (ontología) y verdades nominales o epistémicas (epistemología).

Para diferenciarlas se puede poner el siguiente ejemplo: Supongamos que un árbol cae en medio de un bosque, pero nadie estuvo cerca para ver o escuchar el árbol caer. ¿La pregunta es Cayó el árbol? ¿No cayo?, Qué es verdad?, Para responder aquello es necesario enfocarlo. Ontológicamente el árbol cayó. (lo que es), pero, si nadie nos dice que un árbol cayó, no lo vimos, ni lo escuchamos nosotros mismo, pues epistemológicamente podemos decir que no. (lo que conocemos, o en este caso lo que no conocemos).

Ahora bien, la ontología busca verdades “reales”, lo que es, lo que existe, no cierto; Pero para ello hace uso de un lenguaje y parte desde diversas perspectivas. Entonces podemos decir que, para conocer la realidad, partimos de un lenguaje y un contexto. Por ello Podemos decir que la ontología y la epistemología son ramas de la filosofía co-dependientes.

Así tenemos que, para determinan la veracidad de un postulado el lenguaje juega un papel importantísimo, pues en tal o cual proposición, la veracidad o falsedad dependerá del significado de las palabras que lo conformen. Vemos que no todos los idiomas tienen la misma cantidad de palabras y no todas las palabras de nuestro idioma pueden traducirse a otros o viceversa. Entonces esto genera limitaciones para describir la realidad y hace que estas descripciones de la realidad y la formulación de conocimiento se la haga de forma diferente de acuerdo al lenguaje que manejemos.

Otro de los elementos de los que depende la verdad es la sociedad y cultura. En el proceso de socialización los seres humanos tienen diferentes experiencias y de acuerdo a ellas se forma su personalidad y adquieren conocimientos. Muchas de estas experiencias dependen del lugar geográfico en que se desarrollen los individuos y de la cultura de aquel lugar. Los grandes avances científicos y las corrientes de pensamiento se han forjado por grupos de personas que a través de sus experiencias interpretan la realidad. Por ejemplo, podemos ver que el escolasticismo predomina en la Edad Media, debido al Feudalismo imperante, en el cual los clérigos eran los grandes terratenientes y los que conformaban el grupo élite que tenía acceso a la educación superior. El desarrollo del pensamiento económico clásico, nace con el desarrollo de la sociedad industrial y el capitalismo, y el marxismo nace como alternativa al pensamiento clásico y en un contexto en que las condiciones laborales de la Europa del siglo XIX eran nefastas.

Al ver todas estas formas en que la verdad depende de otros elementos, la próxima vez que queramos dar por sentado tal o cual postulado, partamos de que las veracidades de esas proposiciones dependen del contexto, lenguaje, la sociedad y la cultura desde donde provienen esos argumentos y veamos en que contextos pueden calificarse como verdaderos o falsos. Y para lograr discernir todo aquello hagamos de la duda nuestro aliado y a la sabiduría nuestro objetivo. No hagamos que nuestras posiciones respecto a la verdad dependan de dogmas, de la autoridad o de la tradición, sino que sean construcciones racionales y lógicas; construyamos verdades de acuerdo a nuestra propia experiencia y respetemos las diferentes formas de percibir la realidad de personas que pertenecen a otra cultura o simplemente aprecian las cosas desde un contexto diferente. Creer que nuestras verdades son únicas e irrefutables no solo genera dogmas si no que puede producir guerras, racismo, intolerancia y destrucción.

Ahora la cantidad de información que tenemos es muy abundante y de fácil acceso, el internet y las TICs hacen que obtener conocimientos se vuelva una tarea más sencilla, sin embargo, esa misma abundancia de información da lugar a un problema de abundancia de desinformación y a la tarea de discernir de entre más fuentes y más fuentes de postulados y argumentos la cuestión de la verdad y la falsedad. Está en nuestras manos usar la tecnología para conocer cada vez más y usar esos conocimientos para hacer un mundo mejor.



jueves, 8 de junio de 2017

La Ciudad, Como entenderla?

¿Cómo entender nuestras ciudades?
La Friedrich-Ebert-Stiftung es una organización alemana con sedes en muchos países, que trata temas de gobernanza, democracia, urbanismo, comunicación, en fin, temas que ayudan a construir sociedades justas e inclusivas, donde la libertad y la solidaridad se vuelvan ejes para el desarrollo de los pueblos. Esta organización trabaja en 21 países de América Latina y el caribe, Y Ecuador no es la excepción. La organización FES llega en 1974 y se consolida como Instituto Latinoamericano de Investigaciones sociales. (FES-ILDIS).

Gustavo Endara es el coordinador de proyectos en FES-ILDIS, Ecuador. Entre los libros que produce la organización y sus colaboradores hay uno que trata de urbanismo llamado “Hábitats justos diversos y sustentables, construcciones ciudadanas para solucionar desafíos urbanos” En este libro el coordinador hace una pequeña introducción que trata de ¿Cómo entender nuestras ciudades? Ese pequeño texto es el que dejaré a continuación. Y animo a conseguir el libro en físico en las instalaciones de la organización y a descubrir los variados temas que aborda la organización sus países, en donde probablemente también haya una sede.

A continuación, el texto mencionado...

“Hace alrededor de quince mil años, aparecieron los primeros asentamientos humanos permanentes, y se estima que entre 5 a 7 mil años atrás, surgieron las primeras sociedades en Mesopotamia, a lo largo del río Nilo, en el Valle del Indo y China. Desde entonces la humanidad Ha buscado en las ciudades un espacio para encontrarse, organizarse, defenderse, protegerse o simplemente buscar un sentido de identidad o pertenencia común.

No fue sino hasta el año 2008 que el fondo de la Población de las Naciones Unidas encontró que, por primera vez, la población urbana superaba a la rural a nivel mundial. Paralelamente en 2008, Ecuador se convirtió en el primer país en incluir al derecho a la ciudad como derecho básico en su constitución. Si bien ello representó una cohesión de causas comunes y un hito para la reivindicación de las luchas de los movimientos sociales urbanos, para quienes buscan que sus exigencias por construir ciudades más democráticas y participativas tengan carácter constitucional, el concepto todavía está lejos de ser entendido y aplicado en su totalidad en Ecuador y otros países.

Ese mismo año nació mi primera sobrina. A medida que ella crece, no puedo dejar de pensar qué futuro le depara a una generación cada vez más urbana. ¿vivirá en ciudades que hayan superado arduos desafíos como la desigualdad social y la pobreza, o en ciudades donde persistirán y se afianzarán modelos de desarrollo excluyentes y acaparadores? ¿Crecerá en urbes donde predominará el uso del auto privado o el de los sistemas de transporte público y modos de transporte amigables con el medio ambiente, tal como caminar y andar en bicicleta? ¿Gozara de redes de espacios y bienes públicos abiertos e inclusivos y con amplio espacio verde, o serán ciudades más bien con espacios cerrados y privatizados?

Al imaginar el futuro en las ciudades, es inevitable hacerse este tipo de preguntas, y para responderlas, es necesario comprender y hacer una lectura crítica de cómo son al día de hoy y porqué son así. Para empezar, una ciudad es el resultado de distintos contextos sociales, históricos, económicos y políticos que le van formando poco a poco. El tipo o carácter de una ciudad se define en medio de estos contextos, ya que ésta es un proceso en permanente definición, que se modifica de manera continua, dependiendo de la visión persiga.

Hay que admitir también que las ciudades son un campo en permanente disputa entre distintos modelos, voluntades y visiones. Para garantizar que los intereses ciudadanos y comunitarios prevalezcan, una ciudad debe trascender su espacio físico y convertirse en un lugar donde las personas y la política se junten a demandar y exigir constantemente el cumplimiento y el ejercicio de derechos.

La disputa constante por una ciudad la convierte en un espacio dicotómico, donde puede ser posible relacionarnos y vivir armoniosamente en comunidad, pero también uno donde abunde el caos, el ruido, el hacinamiento y la inseguridad. No obstante, nuestras ciudades son espacios vitales de construcción política donde podemos desarrollar plenamente nuestras capacidades, relacionarnos, acceder a servicios y ejercer activamente nuestros derechos, siempre y cuando nos involucremos y comprometamos a visibilizar demandas sociales y exigir soluciones. En otras palabras, que dejemos de ser meramente habitantes de una urbe para pasar a ser ciudadanas y ciudadanos conscientes de que nuestras acciones son valiosas para mejorar nuestras ciudades, y que, actuando colectivamente por y para el otro, nuestras propuestas y exigencias serán acogidas y cumplidas.

Por tanto, una ciudad es sin duda un espacio humano que, como ningún otro, puede impulsar cambios sociales trascendentales. La forma en que la urbe responda a decisiones políticas puede, por ejemplo, integrar, crear vivienda adecuada, digna y ordenada o puede fomentar la segregación, la aparición de viviendas en condiciones de tugurio y carentes de servicios básicos. Podría también generar y distribuir equitativamente la riqueza o profundizar y perpetuar desigualdades e inequidades. 
Desde esa perspectiva, cómo entendamos nuestras ciudades es de vital importancia para saber también qué hacer con ellas y convertirlas en espacios verdaderamente justos, diversos, sustentables y democráticos.”

En el antedicho libro de la FES-ILDIS se pueden encontrar varios artículos que diagnostican problemas de grandes ciudades latinoamericanas y que proponen alternativas para solucionar esas problemáticas. Se aborda por ejemplo el problema de movilidad de Quito. De Guayaquil, se aborda el problema de segregación y abandono a los barrios periféricos. De Colombia se aborda las transformaciones y problemas de Medellín y Bogotá. De Medellín se aplaude su transformación de una ciudad sumamente peligrosa a una en que su espacio público es más organizado, pero se denota, por ejemplo, un problema de tráfico de drogas. De Bogotá se habla de la controversia generada por la disyuntiva de mantener la reserva forestal Thomas van de Hammen o promover proyectos inmobiliarios o vías que atraviesen la reserva. También se habla de Sao Paulo y su problema de inequidad. Se habla de Guadalajara, su importancia histórica y el desafió de rescatar las áreas verdes. En Ciudad de México se resalta el sistema de bicicleta pública como uno de los más grandes del mundo y se ve una alternativa al problema de movilidad presente en muchas ciudades latinoamericanas. Finalmente se menciona a Santiago de Chile y La paz. De la primera se menciona los esfuerzos por construir una ciudad y un país libre de femicidios y cuestiones violentas ligadas a la desigualdad e inequidad de género imperantes en esa sociedad. Y de la Paz nuevamente se aborda el problema de movilidad debido a una topografía poco común en esta ciudad.

La Conferencia Hábitat es la conferencia de Desarrollo urbano sostenible de la Organización de las naciones Unidas, Se celebra cada 20 años desde 1976. La Primera se realizó en Vancouver, La segunda en Estambul y la tercera en Quito. Para terminar el texto introductorio Gustavo menciona lo siguiente:

“No puedo evitar pesar que cuando se celebre el Habitat IV, mi sobrina tendrá 28 años y por eso, para finalizar, me permito reflexionar brevemente sobre en qué clase de ciudades quisiera que habite su generación. En primer lugar, esperaría que sean urbes transformadas desde el día de hoy, para que los grupos vulnerables y relegados por los actuales procesos de urbanización se sientan incluidos, seguros, cómodos y empoderados. Que vivamos en ciudades donde, especialmente dentro de la esfera política, no exista marginación alguna y que las leyes, actitudes y prácticas discriminatorias sean cosa del pasado.

En segundo lugar, quisiera que sean ciudades en donde las generaciones actuales y venideras hayamos dejado de lado individualismos y egoísmos para asumir responsabilidades colectivas y construir de esta forma, ciudades cohesionadas, vivas y felices en de fragmentadas por urbanizaciones cerradas y segregadas por espacios privilegiados. Hacia donde queremos llegar con nuestras ciudades, así como las visiones y los sueños que tenemos para ellas, debe comprender un ejercicio infatigable por escucharnos unos a otros, así como por reconocernos y juntarnos en procesos ciudadanos que mejores nuestra manera de relacionarnos.

Para ello será imprescindible preguntarnos constantemente, cómo lo hace el geógrafo y teórico social británico David Harvey ¿Qué tipo de personas queremos ser y que tipo de relaciones sociales buscamos?, y ¿Cómo se está relacionando nuestro estilo de vida urbano con la naturaleza y el sector rural?”

martes, 30 de mayo de 2017

El individuo y la sociedad.


El individuo y la sociedad.

Jiddu Krishnamurti fue un pensador hindú, nació en 1895 y murió en el 1986. Escribió sobre la naturaleza de la individualidad, sobre las relaciones interpersonales y sobre variados temas espirituales. El siguiente texto es un pequeño capítulo del libro "La libertad, primera y última", y trata de a relación entre las personas y la sociedad y el cómo, en realidad podría llevarse un cambio profundo en la sociedad, cambiando primero uno mismo, concociendonos a nosotros mismos y sin necesidad de seguir a una autoridad.

“El problema que se nos plantea a la mayoría de nosotros es el de saber si el individuo es un mero instrumento de la sociedad, o si es el fin de la sociedad. ¿Ustedes y yo, como individuos, hemos de ser utilizados, dirigidos, educados, controlados, plasmados conforme a cierto molde, por la sociedad, el gobierno, o es que la sociedad, el Estado, ¿existen para el individuo? ¿Es el individuo el fin de la sociedad, o es tan sólo un títere al que hay que enseñar, que explotar, que enviar al matadero como instrumento de guerra? Ese es el problema que se nos plantea a la mayoría de nosotros. Ese es el problema del mundo: el de saber si el individuo es mero instrumento de la sociedad, juguete de influencias, que haya de ser moldeado; o bien si la sociedad existe para el individuo.

¿Cómo has de descubrir eso? Es un serio problema, verdad? Si el individuo no es más que un instrumento de la sociedad, entonces la sociedad es mucho más importante que el individuo. Si eso es cierto, debemos renunciar a la individualidad y trabajar para la sociedad; entonces nuestro sistema educativo debe ser enteramente revolucionado, y el individuo convertido en instrumento que ha de usarse, destruirse, liquidarse, y del que hay que deshacerse. Pero si la sociedad existe para el individuo, entonces la función de la sociedad no consiste en hacer que él se ajuste a molde alguno, sino en darle el sentido y el apremio de libertad. Debemos, pues, descubrir qué es lo falso.

¿Cómo investigarían este problema? Es un problema vital, ¿no es cierto? Él no depende de ideología alguna, de izquierda o de derecha; y en caso de que, si dependa de una ideología, entonces es mero asunto de opinión. Las ideas siempre engendran enemistad, confusión, conflicto. Si dependes de libros de izquierda o de derecha, o de libros sagrados, entonces dependes de meras opiniones, sean ellas las de Buda, de Cristo, del capitalismo, del comunismo o de lo que te plazca. Son ideas, no la verdad. Un hecho nunca puede ser negado. La opinión acerca del hecho puede negarse. Si podemos descubrir cuál es la verdad en este asunto, podremos actuar independientemente de la opinión. ¿No resulta necesario, por lo tanto, descartar lo que otros han dicho? La opinión de los izquierdistas u otros líderes es el resultado de su condicionamiento. De suerte que, si dependes para tu descubrimiento de lo que se encuentra en los libros, estás simplemente atado a las opiniones. No se trata, pues, de conocimiento directo. ¿Cómo habrá de descubrirse la verdad acerca de esto? Sobre esa base actuaremos. Para hallar la verdad al respecto, hay que estar libre de toda propaganda, lo cual significa que ustedes sean capaces de observar el problema independientemente de la opinión. Todo el cometido de la educación consiste en despertar al individuo. Para ver la verdad respecto de esto tienes que ser muy claro, es decir, no podrás depender de un dirigente. Cuando escoges un líder, lo haces por confusión, de suerte que tus dirigentes también están confusos; y eso es lo que ocurre en el mundo. No puedes, por consiguiente, esperar de tu dirigente guía ni ayuda.

Una mente que desea comprender un problema debe no sólo comprender el problema por completo, enteramente, sino que debe poder seguirlo rápidamente, porque el problema nunca es estático, siempre es nuevo, ya sea el problema del hambre, un problema psicológico o cualquier problema. Toda crisis siempre es nueva, por lo tanto, para comprenderla, la mente debe ser siempre lozana, clara, veloz en su búsqueda. Creo que la mayoría de nosotros comprendemos la urgencia de una revolución intima, pues ella es lo único capaz de producir una transformación radical de lo externo, de la sociedad. Este es el problema que a mí mismo a todas las personas de intenciones serias nos preocupa. Cómo lograr una transformación fundamental, radical, en la sociedad es nuestro problema; y esta transformación de lo externo no puede ocurrir sin revolución íntima. Dado que la sociedad siempre es estática, cualquier reforma que se realice sin esa revolución intima se vuelve igualmente estática; de suerte que sin esa constante revolución íntima no hay esperanza, porque sin ella la acción externa resulta reiterativa, habitual. La acción implícita en las relaciones entre vosotros y los demás, entre vosotros y yo, es la sociedad; y esa sociedad se vuelve estática, sin cualidades vitalizadoras, mientras no exista esa constante revolución íntima una transformación sociológica creadora; y es porque no hay esa constante revolución íntima que la sociedad siempre se vuelve estática, cristalizada, y tiene por lo tanto que ser destruida constantemente.

¿Qué relación existe entre ustedes, por una parte, y la miseria y confusión en ustedes, y a su alrededor, por la otra? Es evidente que esta confusión, esta miseria, no se ha originado de por sí. Somos ustedes y yo quienes la hemos creado, no la sociedad capitalista, o comunista, o fascista. Ustedes y yo la hemos creado en nuestras relaciones. Lo que eres proyectado hacia afuera, en el mundo. Lo que eres, lo que piensas y lo que sientes, lo que haces en tu existencia diaria, se proyecta hasta afuera; y eso es lo que constituye el mundo. Si somos desdichados, confusos, caóticos en nuestro interior, eso, proyectado llega a constituir el mundo, la sociedad -la sociedad es el producto de nuestra relación-, y si nuestra relación es confusa, egocéntrica, estrecha, limitada, nacionalista, eso lo proyectamos y causamos caos en el mundo.

El mundo es lo que ustedes son. Su problema es el problema del mundo. Ese, a no dudarlo, es un hecho básico y sencillo. Pero en nuestras relaciones con uno o con muchos parecemos siempre, en cierto modo, no tomarlo en cuenta. Pretendemos producir alteraciones mediante sistemas o una revolución en las ideas o los valores, basada en tal o cual sistema, olvidando que somos nosotros quienes creamos la sociedad y producimos el orden o la confusión con nuestra manera de vivir. Debemos entonces empezar por lo que está más próximo; tenemos que preocuparnos por nuestra existencia diaria, por nuestros actos, pensamientos y sentimientos de todos los días, los cuales se revelan en el modo de ganarnos la vida y en nuestra relación con las ideas y las creencias. Esa es nuestra existencia diaria, ¿no es cierto? Nos interesa ganarnos el sustento, conseguir un empleo, ganar dinero; nos interesa la relación con nuestra familia, o con nuestros vecinos, y estamos interesados en ideas y creencias. Si examinan ahora sus ocupaciones, verán que ellas se basan fundamentalmente en la envidia y no en la estricta necesidad de ganar el sustento. La sociedad está estructurada en tal forma que es un proceso de constante conflicto, de constante devenir. Todo se basa en la codicia, en la envidia a nuestros superiores. El empleado quiere llegar a ser gerente, lo que muestra que su preocupación no es sólo ganarse el sustento, un medio de subsistencia, sino también adquirir posición y prestigio. Tal actitud, naturalmente, produce estragos en la sociedad, en la convivencia. Más si ustedes y yo nos preocupásemos tan sólo por el sustento, hallaríamos medios de vida justos cuya base no sería la envidia. Ésta es uno de los factores más destructivos que obran en la sociedad, ya que la envidia revela deseo de poder, de posición, y al final conduce a la política. Envidia y política están estrechamente ligadas. Cuando el empleado busca llegar a gerente, se convierte en uno de los factores que engendra la política del poder, que conduce a la guerra. Él es, pues, directamente responsable de la guerra.

¿En qué se basan nuestras relaciones? La relación entre ustedes y yo, entre ustedes y los demás -la sociedad es eso-, ¿en qué se basa? No, por cierto, en el amor, aunque hablemos de ello. Si se basara en el amor habría orden, paz y felicidad, entre nosotros. Empero, en esa relación entre ustedes y yo hay una fuerte dosis de mala voluntad que asume la forma de dominación. Si unos y otros fuésemos iguales en pensamientos y en sentimientos, no habría dominación ni mala voluntad, puesto que habría contacto entre dos individuos -no se trataría de maestro y discípulo, ni de esposo que domina a su mujer, ni de mujer que domina al marido. Cuando hay mala voluntad hay deseo de dominación, lo cual provoca celos, ira, pasiones; y todo eso, en nuestras mutuas relaciones engendra constante conflicto que hacemos lo posible por eludir, produciendo mayor caos y mayor desdicha.

En lo que atañe a las ideas, creencias y formulaciones, las cuales forman parte de nuestra vida cotidiana, ¿no deforman acaso nuestra mente? ¿Qué es, en efecto, la estupidez? Consiste en atribuir falso valor a las cosas que produce la mano o la mente del hombre. Casi todos nuestros pensamientos se originan en el instinto de autoprotección, ¿no es así? ¿No damos a muchas de nuestras ideas un sentido de que carecen en sí mismas? Cuando, por consiguiente, creemos en determinadas formas -ya sean religiosas, económicas o sociales- o cuando creemos en Dios, en ideas, en un régimen social que separa al hombre del hombre, en nacionalismo y otras cosas más, es evidente que damos falsa significación a la creencia. Ello indica estupidez, pues la creencia no une a los hombres, sino que los divide. Vemos, pues, que por nuestra manera de vivir podemos producir orden o caos, paz o conflicto, felicidad o desdicha.



Nuestro problema, pues, consiste en saber -¿no es así?- si puede haber una sociedad que sea estática y al mismo tiempo un individuo en quien aquella constante revolución esté realizándose. Es decir, la revolución en la sociedad debe empezar por la transformación íntima, psicológica, del individuo. La mayoría de nosotros desea ver una radical transformación en la estructura social. Esa es toda la batalla que se desarrolla en el mundo: producir una revolución social por medios comunistas o cualesquiera otros. Ahora bien, si hay una revolución social, es decir, una acción con respecto a la estructura externa del hombre, la naturaleza misma de esa revolución social, por más radical que ella sea, es estática si no se produce una revolución íntima del individuo, si no hay una transformación psicológica. De suerte que, para hacer surgir una sociedad que no sea reiterativa estática, que no esté desintegrándose, que esté constantemente viva, resulta imperativo que haya una revolución en la estructura psicológica del individuo; pues sin una revolución íntima, psicológica, la mera transformación de lo externo tiene muy poca significación. Es decir, la sociedad se vuelve siempre cristalizada, estática, por lo cual constantemente se desintegra. Por mucho y muy sabiamente que la legislación sea promulgada, la sociedad está siempre en proceso de descomposición; porque la revolución debe producirse por dentro, no sólo exteriormente.

Creo que es importante comprender esto. Una vez llevada a efecto, la acción externa ha terminado, es estática; y si la relación entre individuos -que es la sociedad- no es el resultado de la revolución intima, entonces la estructura social, por sor estática, absorbe al individuo y por lo tanto lo torna igualmente estático, reiterativo. Si se comprende esto, si se percibe el extraordinario significado de ese hecho, no puede tratarse de acuerdo o de desacuerdo. Es un hecho que la sociedad siempre se está cristalizando, que siempre absorbe al individuo y que la revolución constante, creadora, sólo puede ocurrir en el individuo, no en la sociedad. Esto es, la revolución creadora sólo puede tener lugar en las relaciones del individuo, que es la sociedad. Vemos cómo la estructura de la sociedad actual en la India, en Europa en América, en todas partes del mundo, se desintegra rápidamente; y esto lo sabemos dentro de nuestra propia vida. Podemos observarlo cuando vamos por la calle. No necesitamos grandes historiadores para que nos revelen el hecho de que nuestra sociedad se derrumba; y es preciso que haya nuevos arquitectos, nuevos constructores, para crear una nueva sociedad. La estructura debe levantarse sobre nuevos cimientos, sobre hechos y valores nuevamente descubiertos. Tales arquitectos aún no existen. No hay constructores, nadie que, observando, dándose cuenta del hecho de que la estructura se desploma, esté transformándose en arquitecto. Ese, pues, es nuestro problema. Vemos que la sociedad se derrumba, se desmorona; y somos nosotros –ustedes y yo- quienes tenemos que ser los arquitectos. Ustedes y yo debemos descubrir de nuevo los valores, y edificar sobre cimientos más fundamentales, más duraderos. Porque si algo esperamos de los arquitectos profesionales -los constructores políticos y religiosos- nos hallaremos precisamente en la misma situación de antes. Porque ustedes y yo no somos creativos, hemos reducido la sociedad a este caos. Ustedes y yo tenemos, pues, que ser creativos, porque el problema es urgente. Ustedes y yo debemos darnos cuenta de las causas del derrumbe de la sociedad, y crear una nueva estructura que no se base en la mera imitación sino en nuestra comprensión creadora.

¿Por qué, pues, la sociedad se derrumba, se desploma, como sin duda ocurre? Una de las razones fundamentales es que el individuo, ustedes, han dejado de ser creadores. Explicaré lo que quiero decir. Ustedes y yo hemos llegado a ser imitativos; copiamos exterior e interiormente. Exteriormente, cuando aprenden una técnica, cuando se comunican unos con otros en el nivel verbal, tiene naturalmente que haber algo de imitación, de copia. Copio las palabras. Para llegar a ser ingeniero, primero debo aprender la técnica; y luego empleo la técnica para construir un puente. Tiene, pues, que haber cierto grado de imitación, de copia, en la técnica externa. Pero cuando hay imitación interior, psicológica, dejamos por cierto de ser creadores. Nuestra educación, nuestra estructura social, nuestra vida llamada “religiosa”, todo ello se basa en la imitación; es decir, me ajusto a determinada fórmula social o religiosa. He dejado de ser un verdadero individuo; psicológicamente, me he convertido en una simple máquina de repetir, con ciertas respuestas condicionadas, sean ellas las del hindú las del cristiano, las del budista, las del alemán o las del inglés. Nuestras respuestas están condicionadas según el tipo de sociedad, ya sea oriental u occidental, religiosa o materialista. De suerte que una de las causas fundamentales de la desintegración social es la imitación, y uno de los factores desintegrantes es el líder, cuya esencia misma es la imitación.

Para comprender, pues, la naturaleza de la sociedad en vía de desintegración, ¿no es importante investigar si ustedes y yo -el individuo- podemos ser creadores? Podemos ver que, cuando hay imitación, tiene que haber desintegración; cuando hay autoridad, tiene que haber imitación. Y como toda nuestra formación mental, psicológica, se basa en la autoridad, hay que estar libre de autoridad para ser creador. ¿No has notado que, en los momentos de creación, en esos momentos relativamente felices de interés vital, no hay sentido alguno de repetición, de imitación? Tales momentos siempre son nuevos, frescos, creadores, dichosos. De suerte que una de las causas fundamentales de la desintegración social es la imitación, que es el culto de la autoridad.”